viernes, 14 de febrero de 2014

PRÓLOGO A CARGO DE BERTA MUÑOZ CÁLIZ, DE "PICTOGRAMAS" TEXTO TEATRAL EDITADO EN LA COLECCIÓN DE TEATRO DE ASSITEJ ESPAÑA.


Tomás Afán (Jaén, 1968) es un hombre de teatro que reúne la doble condición de dramaturgo y director de escena. Vinculado desde hace más de dos décadas a la compañía jiennense La Paca, ha estrenado con ella numerosos textos y en muchos casos los ha dirigido él mismo (en más de una ocasión, junto con Mª Carmen Gámez, codirectora de La Paca junto con el propio Afán). Esta cualidad de hombre de teatro se aprecia en la eficacia de sus textos, escritos desde la sabiduría escénica de quien conoce los entresijos del escenario y sabe bien cómo comunicarse con su público. Y el público al que están destinados prioritariamente los espectáculos de La Paca no es otro que el público infantil y juvenil: desde las primeras edades (recientemente La Paca ha inaugurado una línea de trabajo con bebés) hasta la adolescencia, edad a la que se dirigen muchos de los textos de este dramaturgo.
Cualquiera que eche un somero vistazo al extenso currículum teatral de Tomás Afán puede comprobar que son numerosos los textos para niños y jóvenes que lleva escritos y estrenados hasta el momento, si bien la mayoría de ellos no se encuentran publicados, a excepción de los editados por ASSITEJ en esta misma colección, también con motivo del Premio ASSITEJ de teatro para niños y jóvenes (uno de ellos, El enigma del doctor Mabuso, quedó finalista y el otro, Pim pam clown, ganador), y de algún otro editado igualmente con motivo de la obtención de un premio (concretamente, Teatrillos di versos, editado por el Ayuntamiento de Bailén con motivo de la obtención del primer premio del Certamen de Textos Teatrales Ciudad de Bailén  2001 y estrenado con el título Esconded las gallinas (Que vienen los cómicos).
El interés de Tomás Afán por el teatro para adolescentes viene de lejos y se remonta a 1992, año en el que estrena su primer texto dirigido al público juvenil: La pasión de Johnny y Magdalena (western tragicómico en cinco actos). Posteriormente, estrenaría Pícaros (texto en verso para jóvenes, estrenado en 1998), el ya citado Esconded las gallinas (que se encuentra actualmente dentro del repertorio de La Paca), El muerto más disputado y otras farsas en verso (I Premio Extremadura de Teatro, 2005), una serie de obras basadas en los clásicos, como son Viva Molière (2005), Lazarillo de Tormes (2007), El castillo de Shakespeare (2008), Cyrano de Bergerac (2010), Edipo, Lisístrata y compañía (2010), y un texto sobre un tema de máxima actualidad, el acoso escolar, también actualmente dentro del repertorio de la Paca: Por si acoso (un respeto) (2008).
Es esta, la dirigida al público adolescente, una línea de trabajo verdaderamente poco tratada en nuestro país, sobre todo cuando Afán comienza su andadura en el teatro para jóvenes, recién comenzada la década de los noventa. Es cierto que en los últimos años cada vez hay más campañas teatrales dirigidas a este sector de edad, pero aún a fecha de hoy, en pleno 2012, podemos afirmar que nos encontramos ante un fenómeno incipiente en nuestro país. En este sentido, podemos hablar del dramaturgo jiennense y de su compañía La Paca como pioneros en este campo.
Pero, como se dijo, el trabajo de Afán con esta compañía no se ha limitado al teatro para jóvenes, también ha hecho numeroso teatro para niños. Así, entre los títulos escritos y estrenados por el dramaturgo se pueden citar, además de los ya referidos El enigma del doctor Mabuso y Pim, pam, clown, otros como Una canción de Navidad (1998), Las aventuras de Juanillo el despistaíllo (1999), El pequeño Quijote (Premio Barahona de Soto de teatro para niños 2006), Especiales (2006), Criaturitas de Dios (2006), La leyenda del Cid (2007), La cocina de los cuentos (2008) o El fantasma de Canterville (2010). En suma, un amplio conjunto de textos que pueden dar idea de la heterogeneidad temática y formal de Tomás Afán en sus obras de teatro para niños y jóvenes.
La obra que ahora presentamos, Pictogramas, es buena muestra de esta heterogeneidad estilística de las obras de teatro para niños y jóvenes de Tomás Afán. Si ya eran notables las diferencias formales y de contenido que se podían apreciar entre El enigma del doctor Mabuso y Pim, pam, clown, Pictogramas nos muestra un registro completamente diferente a las dos obras citadas. Frente al tono humorístico y festivo de Pim, pam, clown, claramente inscrita en la tradición del clown y del circo, y frente a la estructura detectivesca de El enigma del doctor Mabuso, de clara influencia cinematográfica, nos encontramos ahora frente a una obra mucho más austera en sus recursos, en la que el humor, tan presente en los dos textos citados, apenas asoma, y en la que el referente de la tradición más claro es el invocado al principio de la obra: la historia de Robinson Crusoe, un individuo aislado y privado de comunicación con sus semejantes.
La historia se divide en dieciocho escenas muy breves, escenas que son a su vez como pictogramas, como mensajes en una botella (al modo de los que anuncia la madre en la escena inicial: “Si lees este mensaje que voy a meter en una botella podrás conocer mi historia”), destinados a hacer comprender la compleja situación reflejada. Escenas relámpago, apenas pinceladas, que reunidas dibujan un conjunto de situaciones en torno a la vida de un niño autista con sus familiares y con las personas que le rodean.
Aunque se trata de una obra que persigue un fin último de carácter didáctico (el propio Afán ha comentado que el proyecto de escribir esta obra surgió a partir de una conversación con la representante de una Asociación de Autistas de Jaén, y que tiene como finalidad “indagar acerca de los niños autistas y buscar estrategias para reflejar teatralmente parte de su realidad, especialmente a otros niños”), el autor no cae en ningún tipo de didactismo fácil ni en el recurso de explicar el autismo por medio de discursos explícitos ni de tono aleccionador.
Por el contrario, lo que nos presenta son una serie de situaciones de convivencia entre un niño autista y sus familiares, situaciones que se explican por sí solas y en las que el autor nos muestra toda una gama de sentimientos que produce en quienes conviven con él la relación con el protagonista: desde el deseo desesperado de la madre por comunicarse con él, hasta la comprensión y la complicidad de la hermana, pasando por las tentativas de Juan de comprarle un ordenador para ver si eso le ayuda a asomarse al mundo exterior, la perplejidad del chico visitante que acaba desistiendo de su intento de jugar con él, o la ignorancia y hasta la impertinencia de la señorona que espera del chico operaciones matemáticas prodigiosas y demostraciones sobrenaturales de memoria tan solo porque así lo ha visto en una película. Con todo ello, Afán nos dibuja una realidad compleja, reflejada de forma poliédrica a través de miradas y actitudes muy distintas, cuya suma nos permite asomarnos a esta realidad difícil de comprender y de asumir.
Los continuos silencios de Pedro (así se llama el protagonista) consiguen transmitir la sensación de continua incertidumbre de quienes le rodean. La madre intentará reiteradamente comunicarse con él, y en su desesperación, necesitará la ayuda de una medicación para sobrellevar una situación que a todas luces le desborda. Su afán por comunicarse con su hijo autista no se reducirá al intento de comunicarse con él verbalmente, sino que intentará igualmente comunicarse a través de sus dibujos o pictogramas. El hecho de que la madre trabaje como ilustradora profesional, lo que implica que es capaz de establecer una comunicación con numerosos niños lectores a través de sus dibujos, y no es capaz en cambio de comunicarse con su propio hijo, aumenta el dramatismo de la situación.
Desde una mayor empatía con el chico, la hermana se convertirá en su voz y será la encargada de expresar al público y al resto de los personajes sus sentimientos, o la ausencia de ellos. El personaje de la hermana es sin duda uno de los mayores hallazgos formales de esta obra. Transfigurada en Pedro, en la Señorona y en el Chico visitante, ella da forma y expresión a los pensamientos de Pedro y de quienes, ajenos a la situación, tratan de comunicarse con él. Será también ella quien ayude a su madre a sobrellevar la situación sin la ayuda de las pastillas, gracias al recurso de la fotografía que introduce en el peluche.
Junto con el de Robinson Crusoe, el otro referente de la tradición narrativa presente en esta obra es el del Príncipe Feliz, la historia de una estatua, aparentemente fría y sin emociones, que se comunica con una golondrina y que en el fondo es generosa y tiene sentimientos. La historia del Príncipe Feliz, libro por el que Pedro en un momento de la historia parece mostrar algún interés (no se sabe si es un interés real o si es mera casualidad), es la última esperanza a la que se aferra su madre en su deseo de que su hijo tenga sentimientos y de algún modo corresponda a su cariño. El hecho de que el niño tenga como muñeco favorito a un peluche con forma de pájaro lleva a la madre a aferrarse a esta idea, que funciona como metáfora tal vez de algo que es real o tal vez meramente ilusorio.
En ningún momento cae el autor en sentimentalismos de ningún tipo, como tampoco en la desesperanza. A lo largo de toda la obra consigue mantener un delicado equilibrio que alcanza su máxima expresión en el epílogo con que se cierra la obra, en el que Pedro, a través de una supuesta máquina de traducir sentimientos, muestra su deseo de corresponder al cariño de su madre al tiempo que confiesa que la mayor parte del tiempo no tiene emociones de ningún tipo. Una llamada a la esperanza y al mismo tiempo a la aceptación de la realidad tal como es.
Tal vez sea esta la primera vez que el teatro infantil y juvenil español se asoma al tema del autismo, y lo hace desde una madurez y una calidad formal que son claros síntomas de la madurez que ha alcanzado este género en nuestro país en los últimos tiempos. También de su diversidad temática, pues en lo que va de siglo XXI hemos ido viendo cómo se publicaban textos sobre temas difíciles y arriesgados, desde la mayor exigencia formal y el mayor respeto por el público al que va dirigido. Pictogramas viene a sumarse a este nuevo repertorio de textos publicados y esperemos que pronto se vea representada en los escenarios, lugar donde realmente puede demostrar toda su eficacia y donde puede ayudar a los más jóvenes a comprender esta difícil realidad del autismo.


Berta Muñoz Cáliz 

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