domingo, 4 de mayo de 2014

EL HOMBRE EN LA ENCRUCIJADA. (Texto incluido en "El tamaño no importa II. Textos breves de aquí y de ahora" libro editado por la Asociación de Autores de Teatro para distribuir en los institutos.



PERIODISTA.
Señor Rivera.

DIEGO RIVERA.
¿Qué?

PERIODISTA.
¿Diego Rivera?

DIEGO RIVERA.
Sí.

PERIODISTA.
¿Es usted el famoso pintor mejicano Diego Rivera?  Soy de la prensa de Washington.  ¿Le puedo hacer una entrevista?

DIEGO RIVERA.
¿Qué quiere saber?


PERIODISTA.
 (Refiriéndose a una obra, que está frente al pintor) ¿Es éste?

DIEGO RIVERA.
¿Qué?

PERIODISTA.
¿Es este el mismo mural que pintó usted en América?

DIEGO RIVERA.
¿Y dónde estamos ahora?

PERIODISTA.
¿Perdón?

DIEGO RIVERA.
¿Acaso esto no es América?

PERIODISTA.
Esto es Méjico, ¿no?

DIEGO RIVERA.
Por eso.

PERIODISTA.
Ah... ya... perdón.  Quería decir que si este es el mismo mural que pintó usted en los Estados Unidos de América.

DIEGO RIVERA.
Sí, es el mismo.  Conseguí volver a pintarlo aquí, aunque hay alguna pequeña variación.

PERIODISTA.
Ya.

DIEGO RIVERA.
¿Le gusta?

PERIODISTA.
Sí.  Tiene fuerza.  Rabia.  Odio.  Es usted un tipo tremendo no cabe duda.

DIEGO RIVERA.
¿A qué se refiere?

PERIODISTA.
En fin, usted siempre ha sido un artista que ha buscado la polémica.

DIEGO RIVERA.
Yo nunca he buscado la polémica.

PERIODISTA.
Bien, quizás sea la polémica la que le busque a usted.  Mis lectores conocen muy bien su trayectoria, sus vaivenes políticos, su militancia comunista y su posterior expulsión del partido.  Su huída de Méjico.  Y cómo en la búsqueda de libertad creativa, recaló en los Estados Unidos de América.

DIEGO RIVERA.
La tierra de la libertad.

PERIODISTA.
¿Usted odia América...?  Perdón...  ¿Estados Unidos?

DIEGO RIVERA.
No.  En absoluto.  Allí hay muchísima gente estupenda.  En su país me han tratado muy bien casi siempre.  Estoy muy orgulloso de los murales que realicé en Detroit.

PERIODISTA.
Sí.  La crítica ensalzó notablemente aquellas obras.  Lo que favoreció que le contratara el mismísimo Nelson Rockefeller.

DIEGO RIVERA.
Sí.  Parece ser que a la mujer del tipo, le gustó mi obra en Detroit y, en fin, me llamaron para hacerme un encargo.

PERIODISTA.
¿Cómo es que un pintor comunista acepta trabajar para un multimillonario como Rockefeller?

DIEGO RIVERA.
Yo no soy comunista, usted mismo ha dicho que me expulsaron del partido por contrarrevolucionario.

PERIODISTA.
Supongo que el señor Rockefeller le ofreció una cantidad de dinero enorme, para convencerle.

DIEGO RIVERA.
Claro, usted cree que un pintor comprometido políticamente no debería cobrar dinero, para no manchar sus inmaculadas manos de sucios billetes capitalistas.

PERIODISTA.
¿Le pagaron bien?  No eluda mi pregunta.

DIEGO RIVERA.
No eludo nada, señor.  Me habrían pagado mucho mejor si hubiera cedido a sus deseos.

PERIODISTA.
Quien paga decide, ¿no cree?

DIEGO RIVERA.
Pues no, no creo.  Si alguien contrata a Diego Rivera, sabe que va a recibir una obra que refleja el pensamiento de Diego Rivera.  Yo, no pinto paredes de colores, expreso mi visión del mundo.

PERIODISTA.
¿Su visión del mundo incluye insultar a sus benefactores?

DIEGO RIVERA.
¿De qué habla?  Yo no he insultado a esos señores.  Mi obra: “El hombre en una encrucijada”, es un retrato de nuestras sociedades.

PERIODISTA.
Ya pero...

DIEGO RIVERA.
Es una alegoría del hombre en el mundo, ejemplificado en algunos de sus protagonistas.

PERIODISTA.
Sí, soy capaz de reconocer algunas caras, este es Lenin, ¿verdad?

DIEGO RIVERA.
Es tremenda la fijación de ustedes.  No se paran a analizar nada.  Ven a Lenin y ya ven al demonio, y por lo tanto todo lo que rodea al demonio es el infierno.

PERIODISTA.
¿Quiere decir que el hecho de que esté Lenin pintado en su obra es algo anecdótico?
También están Trotsky y Marx.  Y no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que usted está enfrentando a dos modelos de sociedad.  En el lado izquierdo ha pintado a unos ociosos y despreocupados capitalistas que disfrutan de la vida, y los contrapone a unos ejemplares obreros socialistas que entrelazan sus manos con el camarada Lenin.
Perdone, pero aquí no hay dos discursos contrapuestos, no hay asomo de dialéctica ni de objetividad.  Esto es pura y bochornosa propaganda comunista.

DIEGO RIVERA.
Cállese.

PERIODISTA.
¿Por qué?  ¿No le gusta lo que digo?

DIEGO RIVERA.
No me gusta.  Es usted un lacayo de Rockefeller y ha venido para intentar ridiculizarme. 
Mi pensamiento, mi ideología es anticapitalista, ya lo era antes de ser contratado por su excelencia el rey del petróleo, y el hecho de pintar sus paredes no me iban a cambiar el pensamiento.
Los críticos de su país que vieron mi obra, mientras la estaba acabando, la elogiaron.  Todos.  Muchos compatriotas suyos que creen en la libertad del artista me defendieron.
Yo puedo estar equivocado o no en mi pensamiento, pero no permito que me manipulen. No señor.  Es mi ideología, la de Diego Rivera.  Y si alguien quiere que en sus paredes haya una obra de Diego Rivera, tiene que asumirme tal y como soy.  ¿Entiende?
No, no creo que entienda nada, a las personas como usted, no les importa nada entender, no quieren profundizar en las cosas, se quedan en la superficie, en el símbolo, en la imagen de Lenin. 

PERIODISTA.
Si como usted dice, la imagen de Lenin es tan sólo un detalle superficial, ¿por qué no la sacrificó en aras de lo sustancial del mensaje?

DIEGO RIVERA.
No quise hacerlo.  Me pareció ridículo.  De otro tiempo.  Esta es una época de libertad, debe serlo.  Nos estamos jugando el futuro del arte y de la creación. 

PERIODISTA.
¿Usted cree?

DIEGO RIVERA.
Sí, este es un tiempo crucial, no me cabe duda.  Y si resistimos, dentro de 20 o de 30 años, estoy convencido de que nadie sufrirá por tener su ideología, ninguna persona será juzgada por su pensamiento.  Este es el momento del hombre en su encrucijada.  Esa es la esencia de mi mural.

PERIODISTA.
Créame, dentro de 30 años, las cosas no habrán cambiado demasiado, se lo garantizo.

DIEGO RIVERA.
Eso es lo que quieren ustedes.

PERIODISTA.
Ni dentro de trescientos años.  ¿Se apuesta usted algo?

DIEGO RIVERA.
No.  Yo no quiero apostar, sólo quiero trabajar para conseguir que usted se equivoque.  Y para ello hace falta fuerza y empuje, porque ustedes tienen mucho poder.
¿Sabe una cosa?  Su señor Rockefeller quiso negociar conmigo.

PERIODISTA.
Imposible, el señor Rockefeller es un hombre de una pieza que sabe muy bien lo que quiere.

DIEGO RIVERA.
Sí.  Y no quería escándalos.  Muchos intelectuales de su país estaban conmigo, me apoyaron sin fisuras.  Hicieron ruido.  Y el ruido no va  bien para los negocios.  En fin, él me ofreció respetar mi trabajo, si yo sustituía la cara de Lenin por la de un obrero anónimo.

PERIODISTA.
Pero usted resistió heroicamente.

DIEGO RIVERA.
No soy un héroe, sólo un luchador.

PERIODISTA.
Es usted un hombre de negocios, como Rockefeller, no son muy distintos.

DIEGO RIVERA.
¿Qué dice?

PERIODISTA.
¿No es cierto que usted pretendía compensar ideológicamente a su patrón, introduciendo los retratos de Abraham Lincoln y de otros personajes históricos americanos?

DIEGO RIVERA.
¿Quién le ha dicho eso?

PERIODISTA.
Es verdad ¿no?

DIEGO RIVERA.
 (Llamando a alguien, en el exterior) ¡Frida!

PERIODISTA.
¿Lo es?

DIEGO RIVERA.
Márchese.

PERIODISTA.
Antes de irme tengo que darle una noticia.  Su mural ha sido borrado totalmente, ya no queda nada de él.

DIEGO RIVERA.
¿Nada?

PERIODISTA.
No.

DIEGO RIVERA.
Creí que al menos dejarían... ¿Nada?

PERIODISTA.
Y usted todavía provoca cierta curiosidad en los ambientes artísticos de mi país, pero pronto, también usted dejará de ser noticia.  Los artistas de su condición se alimentan del escándalo, pero este tarde o temprano se apaga y después... nunca más se supo.
Diego Rivera, el tipo que se empeñó en pintar a Lenin en un mural, ¿alguien lo recuerda?  Nadie lo hará dentro de 30 años, se lo aseguro.  Y su famoso hombre en la encrucijada no le agradecerá lo más mínimo su mesianismo propagandista.  ¿Se apuesta algo?
No, ya sé.  A usted no le gusta apostar, prefiere trabajar para cambiar el mundo.  Pues adelante, no le entretengo más, que tiene usted por delante una dura tarea.  No le envidio amigo.
Ah, por cierto, tiene usted una esposa preciosa.  ¿Es también artista?

DIEGO RIVERA.
¿Frida Kahlo?  Sí.  Lo es.

PERIODISTA.
Lo suponía.  Actriz, supongo.  Debería acudir a Hollywood.  Quedaría muy bien en una de nuestras películas.  Hasta la vista, amigo.

DIEGO RIVERA.


Hasta la vista.

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